Uno de los retos financieros más importantes a los que nos enfrentamos las personas es la de tener unos recursos financieros suficientes en el momento de nuestra jubilación.
Se estima que, en función de la evolución demográfica, en el año 2050 el 40% de la población del país tenga 60 años o más, lo que indiscutiblemente tendrá influencia en la cuantía de las pensiones a cobrar.
En esa situación, en España existirá una pirámide poblacional en la que convivirán más personas en edad de jubilación que personas en edad de trabajar, lo que hará que, como ya estamos viendo, se tengan que tomar medidas para garantizar la suficiencia del sistema de pensiones, como por ejemplo atrasar la edad de jubilación, que en el año 2023 se situará en los 67 años.
El gran problema al que se enfrenta toda persona que se jubila es el de afrontar la pérdida de poder adquisitivo que supone pasar de cobrar un salario a cobrar una pensión, sobre todo si no se ha cotizado el número de años establecido para recibir el 100% de la pensión contributiva (actualmente 35 años, y 37 a partir de 2027).
Este problema de reducción de recursos se hace más notable en aquellos casos en los que el contribuyente cobra un salario elevado (p.ej., 3.000€/mes), ya que la pérdida de capacidad adquisitiva suele ser importante.
Este artículo pretende analizar cuál sería la pérdida de capacidad adquisitiva de las personas con rentas altas y ver cómo trabajar sobre sus finanzas personales en su vida activa para reducir al máximo o eliminar dicha pérdida.
Un ejemplo práctico
La mejor forma de ver cómo afecta a la capacidad adquisitiva de las personas el paso de activas a jubiladas es mediante la explicación de un supuesto práctico.
Imaginemos una persona de 47 años de edad con 18 años cotizados a la seguridad social, contribuyendo con la base máxima de cotización, que es de 41.108€ (lo que supone una base máxima mensual de 3.431,6€), y al que todavía le quedan 20 años para jubilarse.
Esta persona ha obtenido en el año 2014 un salario bruto de 42.000€, lo que significa que su salario neto anual ha sido de 30.679€. Si hacemos una proyección salarial asumiendo una inflación media del 2,5% en los 20 años que le faltan hasta jubilarse, tenemos que su salario neto en el momento de su jubilación ascenderá a 50.272€.
Con estas cifras, y suponiendo que va a cotizar íntegramente los 20 años de vida laboral que todavía le quedan, esta persona tendría derecho a cobrar el 100% de su pensión de jubilación. Si su fecha de jubilación fuese el año 2014, cobraría una pensión neta de 28.189€, lo que supondría una pensión mensual de 2.013,5€ en 14 pagas.
Sin embargo, con las expectativas de evolución demográficas y las reformas en el cálculo de las futuras pensiones, el crecimiento de las pensiones será menor que el actual.
Veámoslo:
Considerando, como todo parece indicar, una reducción futura de las pensiones, asumimos menores tasas de crecimiento de la pensión pública, y suponemos que se incrementarán un 1% hasta la jubilación, lo que establece que el pensionista de nuestro ejemplo tendría una pensión neta en el momento de su jubilación (dentro de 20 años) de 34.622€, por lo que la diferencia entre su último salario y su pensión sería de 15.650€.
Ante esta situación de pérdida de capacidad adquisitiva en la etapa de la vida en que las personas suelen ser más frágiles financieramente hablando, es necesario comenzar a tomar medidas de protección cuanto antes, y utilizar a nuestro favor variables financieras como el interés compuesto.
Para ello, el trabajador podría comenzar a ahorrar para su futura jubilación en el mismo momento en que comience a trabajar, bien a través de un plan de pensiones u otro producto previsional (PPA, PIAS…), o bien a través de la creación de su propia cartera de inversión a largo plazo.