Aunque ha ganado adeptos durante los años de crisis, el término low cost o bajo coste llegó a nuestro país mucho antes. Concretamente empezó a cobrar fuerza en 2003 ligado a las compañías aéreas. A partir de ahí se extendió a otros sectores siguiendo la misma filosofía: precios radicalmente bajos mediante la reducción extrema de los costes.
Los datos que pronosticaban el auge del low cost proceden del informe de compañías de bajo coste de Aena del año 2004: en 2003 los vuelos low cost crecieron un 34,1% en España.
Pero la idea original es muy anterior y viene de Estados Unidos, concretamente comenzó con la aerolínea Pacific Southwest Airlines en 1949. En nuestro país, el movimiento low cost llegó con EasyJet y Ryanair, pero luego aparecieron más aerolíneas y ahora incluso Iberia tiene su propia low cost. Y de las aerolíneas pronto se extendió a todo el sector turístico, apareciendo términos como viajes low cost, hoteles low cost o rent-a-car low cost.
La reducción de costes del low cost
Viendo la evolución de los servicios low cost, podríamos plantear la estrategia de reducción de precios con algunos ejemplos:
- Reducción de costes: ¿para qué llevar más combustible del estrictamente reglamentado?
- Eliminar todo lo prescindible: en un vuelo low cost, se ofrece un asiento para volar de un lugar a otro y solo eso; en una habitación de hotel low cost, una cama cómoda para dormir.
- Como extra se podrán incorporar algunos de esos servicios que se habían suprimido: la comida del avión, la elección del asiento o pagar el desayuno por separado.
- Eliminación de intermediarios mediante la venta directa por Internet al consumidor final.
Low cost hasta en la sopa
Nunca mejor dicho, pues hasta hay restaurantes low cost, aunque no se conozcan por tal nombre. En ellos, uno mismo anota lo que quiere comer o incluso se sirve una ensalada tipo buffet. Pero no queda ahí.
En el ámbito de la telefonía móvil, en 2006 aparecieron los OMV (Operadores móviles virtuales), con servicios más reducidos y tarifas más sencillas.
Y pasamos de tener bancos tradicionales con página web a bancos con un funcionamiento 100% online, eliminando una buena parte de las comisiones y facilitando la vida del ahorrador.
Los supermercados como Lidl, reducen su servicio al cliente al mínimo y optimizan los costes de distribución, llegando a colocar los palés directamente en los lineales. Lo mismo sucede con Ikea, ahorrándose además el montaje y la entrega de muebles.
Las marcas blancas que antes de la crisis no tuvieron gran aceptación, ahora han ganado terreno a las marcas tradicionales a base de dejar la distribución y la venta en manos de otros.
Incluso vestimos low cost. Ahora abundan las tiendas de ropa de otra temporada o con pequeños defectos vendidas bajo una segunda marca. También Primark, que vende prendas de menor calidad y diseño.
Las compras online son low cost por naturaleza porque prescinden de costes importantes como la tienda física o el almacén y de la entrega se encarga una empresa que optimiza los costes de envío.
Y siguiendo con el mundo online, las empresas de venta privada como Vente-privee o Privalia tienen descuentos en una oferta reducida de cada marca. Y cómo no mencionar la moda de los cupones de descuento como los de Groupon.