Una duda común entre los inversores noveles (o no tan noveles) a la hora de decidir sobre qué hacer con los ahorros que vamos a destinar a la aventura de la inversión es qué productos pueden ser más idóneos para alcanzar el éxito. ¿Nos lanzamos por nuestra cuenta al mundo de la bolsa o mejor nos decantamos por la amplia oferta de fondos de inversión?
Los que ya llevan un tiempo en inversión tendrán la experiencia suficiente para tomar su propia decisión al respecto, pero si eres de los inversores que aún está dando sus primeros pasos (o segundos) en las finanzas, esta entrada puede venirte muy bien.
Bolsa vs fondos de inversión, ¿quién gana el combate?
Antes de adentrarnos en el ámbito de las rentabilidades y los productos específicos, sería muy recomendable mirar a nuestro interior y autoanalizarnos para intentar conocer nuestras características como inversor de la forma más objetiva posible. Ser sinceros con nosotros mismos muchas veces nos dará la respuesta sobre el producto al que nos debemos encaminar.
Si nuestro conocimiento es limitado y no disponemos de asesoramiento, puede que ponernos a comprar y vender acciones por nuestra cuenta no sea lo más indicado, y sería buena idea aprovechar la dedicación profesional de terceros a la gestión de fondos. Invirtiendo en fondos de inversión, viviremos en la relativamente confortable situación de ver evolucionar la inversión con la garantía de estar gestionada por gente con experiencia y trayectoria profesional contrastada. Aunque eso no quiere decir, ni mucho menos, que todos los fondos terminen dando beneficios.
Uno de los argumentos a favor de la compra de acciones es que podemos conseguir beneficios sin retirar la inversión que hemos hecho. Gracias al reparto de dividendos podemos obtener un pellizco sin vender ni uno solo de los títulos que tengamos. Aunque para que esto funcione, lo primero que tenemos que hacer es elegir una empresa solvente que reparta dividendos de forma periódica, claro.
No obstante, este argumento no es exclusivo de las acciones, ya que los fondos de inversión también reparten dividendos, habiéndose puesto especialmente de moda en los últimos tiempos. Además, en el caso de los fondos hay una ventaja extra, ya que existen dos modalidades de reparto de dividendo: distribución y acumulación. En el primero de los casos, recibimos el ingreso en cuenta (con la correspondiente retención fiscal), mientras que en el caso de los fondos de acumulación, el dividendo se suma al patrimonio del fondo, de modo que diferimos el momento de la tributación hasta el reembolso de las participaciones (y siempre que haya plusvalías, claro está).
Debemos tener en cuenta también la facilidad con la que podamos convertir de nuevo en dinero la inversión que hayamos hecho. O en otras palabras: la liquidez. Si hemos juntado unos ahorros que sabemos a ciencia cierta que no vamos a necesitar al menos en un buen puñado de meses, invertir en fondos de inversión puede ser la mejor opción. Cogemos el dinero, lo destinamos a un fondo que ofrezca una rentabilidad prevista que cuadre con nuestros intereses en el plazo de tiempo que estimemos oportuno y luego casi podemos olvidarnos de que está ahí hasta el momento que decidamos recoger lo sembrado (eso sí, echándole un vistazo de vez en cuando para ver cómo va evolucionando y evitar llevarnos sorpresas desagradables).
Si somos más “inquietos” y nos gusta mover nuestro dinero de forma ágil, tal vez deberíamos decantarnos por las acciones. Si vendemos acciones, de forma inmediata podemos reinvertir el dinero obtenido en otras diferentes, mientras que el caso de los fondos de inversión la liquidez es menor. Si vendemos un fondo de inversión, pueden pasar entre 1 y 5 días hasta que tengamos el dinero listo en nuestra cuenta para volver a invertirlo.
Por último, no nos podemos dejar en el tintero una de las principales ventajas de los fondos de inversión: el poder cambiar de fondo a través de un traspaso sin tributar por ello, de modo que podemos diferir el impacto fiscal hasta el momento del reembolso definitivo.
¿Es más rentable la bolsa o los fondos de inversión?
Es tremendamente complicado responder esta pregunta, ya que depende además de multitud de factores y de matices. ¿Rentabilidad incluyendo comisiones o sin ellas? ¿Teniendo en cuenta la distinta fiscalidad? ¿En qué horizonte temporal? ¿De qué fondos y de qué acciones estamos hablando?
Para empezar, habría que hacer una comparativa entre activos similares. Es decir, no podemos comparar una rentabilidad del 15% de una acción de una compañía concreta con el 2% que podría darnos un fondo conservador de renta fija.
Por poner otro ejemplo, si queremos comparar la evolución del Ibex 35 con fondos de inversión del mercado español, la respuesta tampoco sería única, seguro. Habrá fondos de inversión que hayan podido comportarse mejor que el selectivo, mientras que otros lo habrán hecho peor.
Aunque no podemos dejar de mirar la rentabilidad, está claro que debemos ponerla en contexto junto con otros factores. Incluso si tuviéramos dos inversiones que nos han dado la misma rentabilidad, lo más probable es que el riesgo asumida por una y otra haya sido diferente.
Lo que nunca debemos perder de vista son algunas máximas indiscutibles, como que Las altas rentabilidades implican más riesgos o que las “rentabilidades pasadas no garantizan rentabilidades futuras”. La decisión de elegir entre fondos de inversión o acciones no se debe determinar únicamente por las rentabilidades históricas, sino más bien por el perfil de inversor en el que nos situemos.
Y por último, y no menos importante, cabe destacar que la decisión entre fondos de inversión o bolsa no es excluyente. Es perfectamente compatible tener una parte de nuestro patrimonio en fondos de inversión, mientras que otro porcentaje lo movemos nosotros directamente en el mercado de acciones.