El ritmo de adopción del vehículo eléctrico es vertiginoso en los últimos tiempos. La tasa de penetración ha superado todas las previsiones, con una cuota en vehículos de pasajeros mayor del 14% a finales de 2021, impulsada por unas ventas interanuales del 74%.
Gran parte de este crecimiento ha venido impulsado por las mejoras en la tecnología de las baterías y la caída asociada en el coste de su fabricación. Ahora los vehículos eléctricos son mucho más económicos y más competitivos frente a sus rivales con motor de combustión.
Para los expertos de AXA IM, el hecho de que el diferencial se haya estrechado es muy importante, sobre todo si se piensa en que una parte significativa de los consumidores preferiría comprar un vehículo eléctrico frente a uno de combustión porque es más limpio. Eso sí, solo si no es peor o más caro.
Aquí es donde la regulación ha tenido una gran importancia a la hora de forzar a los fabricantes a invertir en vehículos eléctricos que son buenos y razonablemente baratos.
La regulación como motor del cambio hacia el vehículo eléctrico
En Europa, esta regulación ha sido el motor del cambio, porque los fabricantes de automóviles tienen cuotas para ajustar la proporción de coches eléctricos que venden. Su compromiso de producir vehículos eléctricos deseables y de precio razonable ha sido evidente, a pesar del cuello de botella que se ha vivido con los microchips, pues han sabido aprovechar los componentes disponibles para seguir fabricando vehículos eléctricos.
En el Reino Unido, es razonable pensar que se mantendrá la adopción del vehículo eléctrico al alza con la introducción de iniciativas como la zona de emisiones ultra bajas en Londres (Ultra-Low Emissions Zone). En esencia, significa que los conductores de coches con motor de combustión no pueden circular por la capital.
Las expectativas de los consumidores son que la regulación será progresivamente más relevante a la hora de elegir un nuevo coche, sobre todo por su valor residual, haciendo que la opción del vehículo eléctrico sea más atractiva.
Por otro lado, en Estados Unidos se están implementando estándares de aire limpio por todo el país, con estados como Oregón dispuestos a adoptar reglas ya introducidas en California en 2020.
China anunció recientemente que la cuota de vehículos eléctricos alcanzará el 40% para 2030, según The State Council.
La respuesta de las empresas automovilísticas
También se ha empezado a percibir un cambio en la manera en que las grandes empresas responden a la demanda de vehículos eléctricos para los servicios a los clientes.
Por ejemplo, Hertz ha realizado un pedido de 100.000 Tesla para su flota. No es tanto el importe del pedido como el compromiso que acompaña la decisión. Una gran flota de coches de alquiler que compre vehículos eléctricos tendrá que asegurarse que las estaciones de carga estén disponibles allí donde se necesiten.
La sostenibilidad del vehículo eléctrico como ventaja competitiva
Si bien todos los anteriores son avances importantes, no hay duda de que la tecnología de las baterías es un aspecto crítico para el sector.
Baterías de LFP
Las baterías de ferrofosfato de litio o LFP que se utilizan habitualmente en China, por ser baratas y seguras, han empezado a utilizarse en todo el mundo, también en vehículos de mayor gama. Todavía se encuentra en sus primeros compases, pero podemos esperar que la implantación de las LFP implique vehículos eléctricos más baratos y mejores.
Sin alternativa al litio
Por otro lado, extraer y procesar los materiales utilizados en las baterías supone retos medioambientales. Sin embargo, en un futuro, la industria podrá diseñar baterías sin cobalto. Aunque no sin el litio.
El litio consume mucha agua y se produce principalmente en América del Sur para luego ser convertido en China —allí se acumula la capacidad de conversión mundial— y posteriormente viajar a Europa.
Hay muchas emisiones en ese proceso, aparte del agua. Por ese motivo, las empresas buscan la forma de solucionar el problema: reduciendo la cantidad de agua necesaria mediante tecnologías iónicas en vez de químicas para separar el litio del agua, de manera que esta pueda ser reutilizada.
También hay empresas invirtiendo en capacidad de conversión en Europa, lo que reducirá la necesidad de ir a China. Y esto podría convertirse en una ventaja competitiva, porque las automovilísticas europeas van a tener en cuenta los riesgos reputacionales, así como la regulación.
De ahí que estarían dispuestas a firmar contratos a largo plazo con productores de litio que tengan prácticas más sostenibles —y cuyos modelos de negocio serían, en consecuencia, más fuertes—.
Por ejemplo, la firma francesa AXA IM aporta el litio de Li-Cycle Holdings, una empresa canadiense que se dedica a reciclar las baterías de los vehículos eléctricos buscando el aprovechamiento del litio, el níquel y el cobalto, evitando los desechos y reduciendo las nuevas extracciones.
El futuro previsible del vehículo eléctrico
Las automovilísticas quieren ser percibidas como parte del futuro y no parte del problema. Seguirán buscando la manera de hacer negocios de forma sostenible y produciendo vehículos eléctricos a menores costes. Las tasas de penetración actuales demuestran que la demanda existe.
Previsiblemente, habrá un punto de inflexión en el que los consumidores se preguntarán por qué deberían comprarse un coche de combustión cuando no tenga ya ningún valor residual. Y ese momento parece acercarse.
Y cuando todos estemos conduciendo vehículos eléctricos, el transporte sostenible ya no será un deseo optimista sino una forma de cerrar un ciclo. Según apuntan en AXA IM, hay mucho progreso que conseguir y muchas oportunidades de inversión que maximizar.
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