Nadie esperaba un cambio de tal magnitud. Mientras la ciencia no pueda ganarle el pulso al coronavirus, todos y cada uno de los ciudadanos somos los únicos que podemos frenarlo. Y eso pasa por hacer las cosas de forma diferente. No queda otra. Vivimos diferente, actuamos diferente, compramos diferente y también pagamos diferente.
Todos recordamos esa rutina tan incómoda antes de salir al supermercado durante la cuarentena: “¿estará todo en la lista de la compra?, mascarilla, guantes, gel hidroalcohólico, las llaves y que no se me vaya a olvidar la tarjeta o el móvil para pagar.”
Aunque ahora, ya metidos de lleno en ‘la nueva normalidad’, salimos con más tranquilidad y menos protocolo, muchos no hemos retomado la costumbre de abrir la cartera para mirar si tenemos suficiente efectivo antes de salir de casa. Porque llevar una tarjeta con contactless, el teléfono con pago por proximidad activado, el reloj o una pulsera que nos permita pagar, nos ha hecho olvidarnos del efectivo. Ya no es necesario. Y paradójicamente parece que lo hemos asimilado obligados por el dichoso COVID-19.
Contactless, útil en tiempos de coronavirus, para el cliente y para el negocio
“Estimado cliente, le recordamos que es obligatorio el uso de mascarilla y guantes. Por favor, mantenga una distancia de dos metros, evite bloquear los pasillos y le recomendamos pagar con tarjeta.” —Cada pocos minutos lo anunciaba la megafonía de las tiendas—.
Nadie sospechaba que la tecnología contactless, acabaría siendo un aliado del cliente y del negocio en 2020. Es muy lógico. Pagar de esta manera es más rápido (no hay que sacar dinero, ni esperar el cambio y guardarlo), por lo que reducimos el tiempo dentro de un negocio que tiene un aforo limitado y, a la vez, se reduce el riesgo de contagio, al permanecer menos en un espacio cerrado y al evitar el contacto con billetes y monedas, donde el virus podría sobrevivir varias horas.
El dinero en efectivo siempre ha sido una fuente de infección, el medio de transporte que han usado numerosos patógenos para viajar entre diferentes personas. Ojalá que la amenaza del coronavirus junto con la gran comodidad y seguridad del contactless nos lleve a olvidarnos de las monedas y de los billetes definitivamente.
En este mismo sentido, la banca anunciaba a finales de marzo, en pleno confinamiento, que subía el límite con el que no sería necesario introducir el PIN de la tarjeta —para así evitar tocar el datáfono— de 20 euros a 50 euros.
¿Cómo hemos llegado a esto de pagar con el móvil?
Allá por 2012 aparecían las primeras tarjetas con NFC en España. Pero de nada servía ese nuevo circuito dentro del plástico si los datáfonos no estaban equipados con la misma tecnología. En 2015, muchos teníamos ya alguna tarjeta con contactless en la cartera y empezábamos a usarla movidos por la novedad y por la comodidad de no tener que teclear el PIN en pequeñas compras.
Las tecnológicas pronto vieron el potencial de abandonar el plástico y replicar la tarjeta en un chip NFC que podía estar en otro dispositivo. Apple Pay, Google Pay y Samsung Pay llegaron a España para quedarse a finales de 2016.
En la actualidad las apps de los bancos hacen uso del NFC del teléfono para permitir pagar sin la tarjeta: sin entrar en detalle, el chip de proximidad del teléfono comunica al datáfono que vamos a pagar con la tarjeta que hayamos elegido.
Y si no es a través de la propia app del banco, Google Pay en teléfonos Android y Apple Pay en iPhone también permiten registrar las tarjetas en su plataforma para luego usar el NFC del teléfono para comunicar la transacción al TPV.
No solo con el móvil: reloj, pulsera y hasta por voz y rostro
Vamos un paso más allá: ya ni siquiera el móvil es imprescindible para pagar. Google Pay está dentro de multitud de relojes y pulseras inteligentes del ecosistema Android, cuando no lo implementa el propio fabricante en sus wearables, como lo hace Apple, Samsung, Garmin o Fitbit.
Pero no queda aquí el desarrollo contactless. Desde luego, cada vez será menor el contacto porque el siguiente paso será el pago por voz y por reconocimiento facial. Ni necesitaremos un contacto físico con el aparato. Bastará con decir al teléfono algo así como “Pagar con Google” o mirar la cámara instalada en la caja de la tienda. ¿Suena a ciencia ficción? Pues en China el pago por reconocimiento facial empieza a ser frecuente y en España ya hay experiencias piloto. En cuanto al pago por voz, Google Assistant ya prepara su lanzamiento mediante la tecnología Voice Match.
Contactless + COVID-19, ¿el efectivo hacia la recta final?
Tras este repaso a la relación cada vez más estrecha entre consumidor y contactless, ahora veremos que los datos se ajustan al nuevo comportamiento a la hora de pagar.
Las cifras de operaciones de Mastercard confirman la tendencia: a nivel global, solo en el primer trimestre de 2020 las transacciones contactless se incrementaron un 40% y más del 80% de ellas fueron en pagos de menos de 25 dólares. Las declaraciones del CEO de Visa apuntan en la misma dirección: un 40% de crecimiento interanual, mientras que los pagos sin contacto de sus tarjetas representan el 60% del total.
Esta nueva forma de pagar se refleja en el estudio de Tendencias Emergentes en el punto de venta, de Ingenico Group. En 2020 el 67% de las tarjetas disponen de contactless y el 74% de los clientes admiten que esta forma de pagar es más cómoda que otras. Además, un 65% de los usuarios de la Generación Z lo considera imprescindible, también por la facilidad de control de sus compras mediante banca online. Precisamente esta facilidad de uso es fundamental para su adopción, sobre todo, al no necesitar el uso del PIN en compras pequeñas, donde frecuentemente se recurre más al dinero en efectivo.
Ahora que nos adentramos en una nueva época donde nos tocará mantener el coronavirus lo más alejado posible resultan especialmente clarificadores los datos del informe “COVID-19 and the age of the contactless customer experience” de la consultora tecnológica Capgemini.
A nivel global, un 77% afirma que ha aumentado el uso del contactless —en sus diversas formas— para evitar la interacción con pantallas y otras personas, y un 62% lo seguirá haciendo una vez que se reduzca el riesgo de la pandemia. En España, lo hará un 71% y lo mantendrá un 60%. Asimismo, un 73% de las empresas espera que se mantenga este mayor uso después de la pandemia.