Durante la crisis económica se convirtieron en actualidad debido a sus calificaciones sobre la deuda de los diferentes países y empresas. Todos nos hemos habituado a su cifrado de letras mayúsculas, ¿pero qué son y cómo funcionan las agencias de calificación?
Cuando hablamos de agencias de calificación nos referimos a compañías especializadas en el análisis de riesgos financieros. Su tarea consiste en la evaluación y calificación de estos productos financieros, así como toda clase de activos económicos pertenecientes a empresas o Estados soberanos. Aunque quizá todos nos hayamos fijado más, en que en la práctica, lo que califican es la posibilidad de que un deudor no haga frente a sus obligaciones de pago.
En el contexto internacional existen muchas empresas dedicadas al negocio de la calificación, pero destacan por encima de todas Fitch, Moody’s y Standard & Poor’s.
Como ya hemos señalado, hay dos tipos de clientes de estas agencias. Por un lado, los países y sus regiones, en el caso español, comunidades autónomas. Y por otra parte, las grandes compañías que también son clientes habituales de las agencias de calificación, ya que éstas le otorgan una nota a sus emisiones de deuda.
Generalmente, son los inversores en dicha deuda los que exigen que los títulos que compran tengan un rating por porte de alguna de las tres grandes señaladas. Se trata de un requisito del mercado para las empresas que quieren obtener financiación a través de los mercados de deuda.
La calificación
Un ejemplo de calificación que dan estas tres agencias en su mejor nota es la “triple A”, que significa que tiene la mayor calidad y solvencia. Tanto Fitch, Moody’s como Standard & Poor’s lo hacen igual, aunque Moody’s usa la minúscula. Así van degradando en diferentes combinaciones de letras hasta llegar a situaciones de insolvencia. Pero no solo eso, sino que cuando las agencias revisan un rating, suelen indicar la perspectiva, que puede ser a positiva, negativa o estable.
La escala clásica, extraída del caso concreto de S&P, sería AAA, AA+, AA, AA-, A, A-, BBB+, BBB, BBB-, BB+, BB, BB-, B+, B, B-, CCC+, CCC, CCC-, CC, C y por último D. Una de las consideraciones a tener en cuenta en esa escala es que si tiene un rating inferior a BBB- se considera ‘bono basura’, mientras que por encima de ese rating se considera ‘grado de inversión’.
Para situar algunos ejemplos prácticos, podemos decir que España en estos momentos tiene una calificación de (Baa2) según Moody’s, de (BBB) según S&P y de (BBB+) según Fitch. Haciendo una comparativa con esas mismas agencias, respectivamente, Alemania tiene (Aaa), (AAA) y (AAA), y por lo que respecta a Francia: (Aa1), (AA) y (AA+).
En entredicho
El sistema de contratación para la evaluación de la deuda por parte de los diferentes gobiernos y compañías ha suscitado siempre un cierto margen de desconfianza, dado que son ellos mismos quienes pagan a las agencias para que analicen su solvencia, y por lo tanto hay quienes cuestionan la independencia total para llevar a cabo las tareas.
De hecho, la Comisión Investigadora de la Crisis Financiera de EEUU calificó a las agencias de “facilitadores clave de la crisis financiera”. Por lo tanto, desde entonces muchas de sus actuaciones han sido tomadas en los mercados como susceptibles de esconder ciertos intereses.
Asimismo, una de las curiosidades en torno a las agencias de calificación es que las principales son propiedad de empresas privadas. En ningún caso hay una agencia importante a nivel internacional que sea financiada con fondos públicos.
¿Y en Europa?
Como ya hemos contado, hay decenas de agencias de calificación, aunque las tres más importantes aquí señaladas son americanas. Eso llevó hace unos años a que la canciller alemana, Angela Merkel, propusiese de forma decidida la creación de una agencia de calificación europea para contrarrestar el poder de estos colosos norteamericanos en la calificación de deuda. Sin embargo, todavía es un proyecto que no termina de ver la luz.