No tiene sentido dedicar cuarenta horas semanales al trabajo por un salario para verlo esfumarse sin ninguna previsión de gastos. Tampoco es sensato esforzarse en ahorrar para dejar el dinero inmovilizado sin rendimientos. Hoy, a modo de ejercicio financiero personal, te proponemos 9 consejos sencillos para disfrutar de salud financiera en casa.
En Self Bank no te vamos a decir cómo administrar tu economía, cuánto debes ahorrar, ni mucho menos dónde debes invertir. Esa es tú decisión. Nosotros tan solo vamos a poner sobre la mesa algunas consideraciones para remover tu conciencia ahorradora, porque ¿quién mejor que tú para tomar las riendas de tus finanzas personales, englobadas dentro de tu economía familiar?
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Busca el equilibrio financiero doméstico.
Expresado de forma teórica, debería existir un equilibrio financiero en casa: los ingresos de cada mes deberían ser iguales o superiores a los gastos. Paradójicamente, en la mayoría de hogares el total de ingresos suele ser estable cada mes, mientras que el de gastos fluctúa en función de factores más o menos predecibles. La solución para controlar esta situación, como veremos a continuación, está en el ahorro:
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Ahorra para el mes próximo.
Para contrarrestar esa fluctuación de gastos, el ahorro es la mejor solución. Si cada mes dispones de una base de ahorro para el siguiente, los posibles gastos extra del próximo mes los podrás cubrir con el excedente de éste. Si no te funciona esa forma de verlo, incluso podrías plantearte prestar una parte de tus ingresos a tu yo del mes próximo.
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Ahorra para gastos imprevistos.
Sin embargo, en la economía doméstica no todo puede ser previsto. Motivo por el que no es recomendable moverse cerca del límite entre gastos e ingresos. De hecho, más pronto que tarde el buen ahorrador ve necesario disponer de un colchón para imprevistos: una avería en el coche, cambiar el frigorífico, un desafortunado accidente. Si has sido capaz de ahorrar un porcentaje cada mes para este fin, el próximo gasto extraordinario no te pillará tan a desmano.
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Ahorra para grandes desembolsos.
A corto plazo, pensar en cubrir los gastos del mes y dejar un margen para imprevistos funciona. Pero no es suficiente. Si miras un poco más adelante, a largo plazo, aparecen grandes desembolsos que te tocará afrontar: los estudios de tu hijo, una reforma en casa, la vuelta al cole, las vacaciones, etc. La clave del éxito está en guardar otro porcentaje para este fin. Cuando llegue el momento, si has calculado bien cuánto ahorrar cada mes, podrás asumir ese desembolso sin necesidad de créditos.
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Pedir prestado, una excepción para el ahorrador.
Cumpliendo los consejos anteriores y con toda la planificación habida y por haber, pueden suceder desequilibrios puntuales por un imprevisto cuyo coste es demasiado elevado o inversiones excepcionales para los que resulta insuficiente el ahorro. Para ilustrarlo con un ejemplo, piensa en la compra de una vivienda. Se trata de un desembolso tan elevado que lo habitual es recurrir a un préstamo hipotecario. Con todo, cierta anticipación es posible, y con un plan de ahorro bien llevado, la entrada será mayor y, con seguridad, las condiciones de la hipoteca te serán más favorables.
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La tarjeta de crédito, solo para usos ahorrativos.
Que no te descuadre el título, porque un uso adecuado de la tarjeta de crédito te puede servir para ahorrar. Pero ojo, es importante discernir entre esa finalidad y recurrir al crédito de la tarjeta cada mes, como si de un extra se tratase. De ser así, estarías rompiendo la primera regla (equilibrio financiero doméstico) y acercándote a un bucle de crédito donde tus ingresos de cada mes quedan mermados con lo dispuesto el mes anterior, más sus abultados intereses.
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Presupuesto doméstico.
Aunque te parezca muy teórico y no tan necesario, te recomendamos que pruebes a contraponer en un Excel tus gastos y tus ingresos. No existe forma más clara de comprender tu situación financiera. Ten a mano todas las facturas y recibos de suministros, ten en cuenta las cuotas de la hipoteca, del préstamo del coche, los gastos en comida, en ropa, en transporte, etc. Y luego compáralos con tus ingresos mensuales. La diferencia entre ingresos y gastos te permitirá visualizar fácilmente tu mejor objetivo de ahorro.
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Pon a crecer tu dinero.
Es erróneo pensar que invertir supone arriesgar mucho, que requiere aportar una gran cantidad, que supone apalancar demasiados ahorros. Mejor piensa en invertir como en poner a trabajar una parte de tu dinero que ahora mismo no vas a gastar, para que crezca. Hay tantas fórmulas de inversión como tipos de inversor. Ten claro cuánto dispones para invertir, estudia las diferentes alternativas, y pon en práctica tu aprendizaje con pequeñas cantidades. Y no olvides que tu mejor inversión no siempre te la recomienda tu gestor del banco.
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Comparte tus fórmulas financieras, y no solo tu salario.
Con tu salario aportas recursos económicos a tu hogar. ¿Por qué no aportas al mismo tiempo información financiera para que los pequeños se inicien en el ahorro? Tus conocimientos financieros definen el devenir económico de tu casa, pero dentro de unos años tus hijos también recibirán su salario y tendrán que afrontar los gastos del hogar. La educación que reciban de tu parte, en cuanto a ahorro e inversión, sin duda, influirá en su forma de ver la economía doméstica y será la base de su desarrollo financiero.