La crisis financiera de 2008 ha despertado el ingenio de la población en su conjunto y exprimido al máximo la tecnología en estas dos primeras décadas del milenio, creando así un nuevo modelo de consumo en el que compartir recursos es la base de una nueva economía: la economía colaborativa.
De forma muy amplia, el concepto de economía colaborativa se refiere al conjunto de actividades en las que se comparten bienes y servicios mediante aplicaciones conectadas a Internet. Más concretamente, y a modo de ejemplo, compartir una habitación en una casa, compartir los asientos del coche, vender lo que no necesitamos, reunir fondos para crear un nuevo producto, etc.
Podemos distinguir dos tipos de partícipes en la economía colaborativa:
- Los usuarios que colaboran entre sí para obtener un bien o servicio.
- La empresa que conecta a los usuarios a través de Internet.
Ciertamente, no se trata de un consumo puramente colaborativo, sino que la empresa que conecta a los usuarios a través de su plataforma en Internet funciona como cualquier otra empresa online: ofrece un servicio a sus usuarios y cobra por ello, habitualmente quedándose con una comisión por cada transacción. Por tanto, sería más apropiado hablar de consumo colaborativo cuando nos referimos al que realizan los usuarios de plataformas de economía colaborativa.
El objetivo de los usuarios de la economía colaborativa es obtener unas condiciones mejores que las tradicionales ofrecidas por las empresas. O dicho de otra forma, un servicio más eficiente, que aproveche mejor los recursos, que haga uso de las nuevas tecnologías y, por supuesto, más barato.
Por su parte, el papel de las herramientas de economía colaborativa no puede limitarse a conectar usuarios, sino que también deben velar por su buen funcionamiento, la seguridad y protección del consumidor y cumplir con la normativa fiscal.
Economía colaborativa, el poder de muchos pocos
El estandarte del consumo colaborativo es BlaBlaCar, nacida en 2009, en la que se ceden los asientos disponibles en un viaje en coche a cambio de compartir el coste del desplazamiento. Couchsurfing es todavía más antigua; desde 2004 permite a sus usuarios alojamiento gratuito en casa de anfitriones. Estas plataformas también conforman el concepto de social travel.
A partir de la idea recogida en las dos anteriores aplicaciones han aparecido otras muchas similares para compartir vehículo y casa. Y otras completamente nuevas que permiten, por ejemplo, poner en común el precio de los supermercados, el precio de la gasolina, buscar alojamiento para mascotas, ser guía local, compartir comidas, o la compraventa de artículos de segunda mano desde el smartphone. Sin olvidar el abanico de posibilidades que ofrece la microfinanciación colectiva, o crowdfunding.
Economía colaborativa como modelo de negocio
Sin embargo, Uber, Airbnb y aplicaciones similares han dado un paso más. Si el objetivo inicial es compartir recursos por Internet y a buen precio, estas dos son, además, una forma directa de negocio, ofreciendo un servicio similar al de taxi, en el caso de Uber, y alquiler temporal de una vivienda, en el caso de Airbnb.