Aunque el término Real Estate pueda sonar muy cool, su empleo más común en la actualidad es como sinónimo de inversión inmobiliaria. Es decir, el negocio del “ladrillo” de toda la vida, que consiste en algo tan sencillo como intentar obtener rentabilidades con los inmuebles, bien sea comprando y vendiendo o mediante el alquiler de propiedades adquiridas.
Invertir en Real Estate viene a ser el clásico concepto de invertir en bienes raíces, una tendencia que siempre ha tenido adeptos dentro del mundo de las inversiones.
Pero en realidad, el concepto Real Estate deriva de las Real Estate Investment Trusts (REIT), unos vehículos de inversión inmobiliaria que nacieron en Estados Unidos y que en esencia vienen a ser algo muy parecido a lo que en España conocemos como las SOCIMI.
En esta acepción mucho más técnica, los Real Estate son fondos de inversión inmobiliaria que generan sus beneficios bien por las cuotas de alquiler de las propiedades en las que se invierte, bien por los intereses que generan inmuebles hipotecados, o una combinación de ambas tipologías de inmuebles.
El sector residencial, el gran conocido del Real Estate
Dentro de la amplia variedad de inmuebles a los que un inversor en Real Estate puede tener acceso, sin duda los inmuebles residenciales son los más cercanos por el conocimiento que la mayoría de personas tenemos de ese sector y, por ende, por la facilidad de interpretación de los precios y los momentos a la hora de invertir.
Sin embargo, existe todo un abanico de posibilidades tanto a nivel de tipología de inmueble (locales, oficinas, centros comerciales, etc…) como de estrategia de inversión dentro de lo que se considera Real Estate, haciendo de este “mundillo” un territorio complejo para el inversor que no tiene un conocimiento preciso de los principios que rigen su comportamiento.