Cuando los animales sirven para explicar los mercados

Resulta curioso ver cómo el ser humano trata en muchas ocasiones de encontrar semejanzas entre la vida animal y el día a día de los mercados financieros.

Cuando hablamos de fauna salvaje, los inversores en bolsa inmediatamente lo asociarán a la eterna rivalidad entre toros y osos. Tradicionalmente se relacionan los mercados alcistas con los toros y a los mercados bajistas con los osos. No se sabe a ciencia cierta por qué es así pero existen varias teorías que explican su significado.

La primera teoría relaciona la forma de atacar de estos animales con las tendencias de la bolsa. En este caso tendríamos el ataque del toro que va de abajo hacia arriba como el mercado alcista y el ataque del oso que con sus zarpas ataca desde arriba hacia abajo, igualmente que el mercado bajista.

También se dice que la tendencia bajista del mercado se relaciona con el oso debido al dicho de “vender la piel del oso antes de cazarlo”. Antiguamente existía una gran demanda de piel de oso y los cazadores se aprovechaban de esta demanda para poder vender sus pieles antes de incluso cazar al animal. De ahí que se relacionase con las posiciones cortas.

¿Qué otros animales han sido utilizados para explicar el funcionamiento de las bolsas?

El tiburón de las finanzas y su arte para especular. Se trata de un perfil financiero que trata de encontrar empresas subvaloradas en el mercado para posteriormente revenderlas. No se interesan por la empresa y los trabajadores sino por la posibilidad de especular con el precio y obtener beneficios a corto plazo. Este fue ejemplificado en el personaje de Gordon Gekko, ese depredador de empresas que interpretó a la perfección Michael Douglas en la película Wall Street.

Los felinos también tienen un hueco en esta jungla que suponen los mercados financieros. Hablamos del rebote del gato muerto cuando tras un periodo de fuertes caídas, el precio de una acción recupera de manera momentánea parte de lo perdido.

En este afán por encontrar analogías entre personas y animales es imposible olvidarse del Lobo de Wall Street, un mote que se ganó a pulso un inversor que a diferencia de Gordon Gekko, sí existió en la realidad. Martin Scorsese llevó a la gran pantalla la vida de Jordan Belfort, un bróker sin escrúpulos que amasó grandes cantidades de dinero gracias a unas técnicas de asesoramiento de dudosa moralidad.

En EE.UU. es habitual hablar del denominado efecto avestruz, que hace referencia a la actitud que toman muchos inversores cuando los mercados financieros atraviesan una mala racha. Lejos de cubrir su cartera de acciones frente al temporal, optan, tal y como dice el mito de las avestruces, por enterrar su cabeza en la arena y confiar en que su cartera se vea lo menos afectada posible. Es una especie de adaptación del famoso refrán “Ojos que no ven, corazón que no siente”, pero aplicado a las finanzas personales.

Por último, sería injusto no mencionar en este repaso a halcones y palomas, que han ganado protagonismo a medida que los ciudadanos nos interesamos más por las decisiones de política monetaria que toman los grandes bancos centrales como la Reserva Federal o el Banco Central Europeo. Por una parte tendríamos al halcón, que busca controlar y mantener la inflación baja en el establecimiento de la política monetaria y por otra parte a la paloma, que prioriza otros temas como la disminución del desempleo.