En septiembre se cumplieron 10 años de la caída de Lehman Brothers, considerada como el detonante de la Gran Recesión que nos ha tocado padecer en esta última década. ¿Qué hemos aprendido? ¿Podría volver a repetirse?
La mayor crisis sufrida por la economía mundial tras el famoso crack de 1929 debería provocar un profundo debate acerca del funcionamiento de la misma, de las interrelaciones que hay entre las economías de los distintos países o áreas económicas, o de los riesgos que se corren si las entidades financieras tienen problemas. Algunos de estos aspectos fueron ampliamente tratados por los gobiernos en los primeros meses tras la caída de Lehman Brothers, porque la debacle financiera estuvo muy cerca, y hubo que tomar medidas extremas. Sin embargo, pasados esos primeros tiempos, y conseguida la estabilización, e incluso, la vuelta al crecimiento, algunos de los aspectos que llevaron a la crisis parecen haberse olvidado.
Por qué casi se produjo el colapso de la economía
El descalabro de la economía mundial en 2008 tiene varias causas interrelacionadas, que se encadenaron, como las fichas de dominó al caer, en una espiral que sólo fue posible detener con grandes inyecciones de dinero por parte de los gobiernos.
En realidad, la caída de Lehman Brothers, un gigante que llegó a ser el cuarto banco de inversión de Estados Unidos, con 680.000 millones de dólares en activos, sólo fue el detonante, o un síntoma de una forma de funcionar que no era la correcta.
Fundado en 1850, había sobrevivido a la crisis bancaria de 1907 y al crack de 1929, pero no fue capaz de pervivir en la de 2008. Tras verse fuertemente afectada por la crisis subprime, declaró pérdidas de casi 3.000 millones de dólares en el segundo trimestre fiscal de 2008, y anunció el despido de 6.000 de sus 26.000 empleados. El 15 de septiembre de 2008, tras un intento fallido de venta a Bank of America y a Barclays, Lehman Brothers presentó su quiebra. Unos meses antes, en marzo, había caído otro banco de inversión más pequeño, Bear Stearns, también afectado por la crisis subprime.
La crisis subprime
¿A qué nos referimos con crisis subprime? También conocidas como hipotecas de alto riesgo o hipotecas basura, las subprime eran un tipo de hipoteca que se popularizaron en Estados Unidos, orientadas a personas con poca solvencia y un mayor riesgo de impago. De esta manera, gente con pocos recursos y/o poca estabilidad en sus ingresos obtuvieron hipotecas que en ese momento podían pagar, pero que, a poco que se torcieran las cosas, tendrían grandes problemas para afrontar.
Estas hipotecas se vendieron en paquetes en los mercados financieros (CDO, u Obligación Colateralizada de Deuda), en los que se mezclaban hipotecas de bajo riesgo con otras de riesgo más elevado. Y todo el paquete era calificado como triple A, o de bajo riesgo de impago, con lo cual su comercialización era sencilla y rentable.
Sin embargo, cuando comenzó a haber gente que no era capaz de hacer frente a las hipotecas, todo el castillo de naipes se vino abajo. Tanto Bear Stearns como Lehman Brothers sufrieron grandes pérdidas, y el pánico se instaló en el mundo financiero. El mercado de CDO tenía una dimensión de cientos de miles de millones de dólares, y ningún banco se fiaba de los demás, porque no se sabía muy bien si los balances estarían contaminados por este tipo de productos, por lo que el mercado de préstamos interbancarios dejó de funcionar.
Por su parte, muchas personas comenzaron a retirar su dinero e inversiones de las entidades financieras, acelerando el proceso. Los gobiernos intervinieron, aumentando el Fondo de Garantía de Depósitos hasta los 100.000 euros por entidad y titular, e inyectando dinero directamente, tanto en los bancos, como en las empresas. Y es que, si el dinero deja de circular, la economía se colapsa.
Cuál es la situación actual
Aunque la situación llegó a ser muy complicada, las medidas tomadas comenzaron a dar su fruto, consiguiendo salir poco a poco de la crisis, al menos en las grandes cifras. Estados Unidos, tras una pronunciada caída, comenzó a encadenar trimestres de subidas de su economía, y Europa, con más lentitud (por el retraso en la toma de medidas), también ha conseguido recuperar el terreno perdido.
Por otra parte, aunque las cifras macroeconómicas se han rehecho, también es cierto que la recuperación no ha llegado a todo el mundo, y se ha producido un aumento de la desigualdad. De esta manera, por ejemplo, el número de millonarios ha aumentado un 76% en España desde el comienzo de la crisis, según el informe Mundial de Riqueza publicado en junio de 2018, colocando a nuestro país como el decimocuarto en el ranking de países con más millonarios. Y si consideramos los ultrarricos como aquellos que superan los 30 millones de euros de patrimonio, su número se ha duplicado en apenas 8 años.
Por su parte, el desempleo, que llegó a rondar el 27% en España, en 2018 se sitúa alrededor del 15%, cifra todavía muy elevada, que prácticamente duplica el mínimo que se llegó a alcanzar en 2006-07. Además, ha aumentado la precariedad, con salarios que muy a menudo no alcanzan los 1.000 euros mensuales, y la contratación a tiempo parcial, que ha superado el 25% (hay que tener en cuenta que el 57% de los contratados a tiempo parcial lo hacen de manera involuntaria, es decir, preferirían trabajar a jornada completa).
Qué hemos aprendido (y qué no)
La crisis ha supuesto cierta regeneración del capitalismo. Se asumían demasiados riesgos, basados en una confianza ilimitada en la continua expansión de la economía. El antiguo presidente de la Reserva Federal entre 1987 y 2006, Alan Greenspan, así lo creía, y contribuyó a la creación de la burbuja inmobiliaria y a la asunción de demasiados riesgos con la desregulación del sector financiero (posteriormente, reconoció que se había equivocado).
Con la crisis, se comenzaron a tomar medidas para controlar este tipo de cuestiones, aunque sólo han tenido éxito en parte, e incluso algunas se han revertido o se van a revertir, especialmente en Estados Unidos. De hecho, una de las promesas estrella de la campaña de Trump era, precisamente, reformar la ley Dodd-Frank, por la cual se habían aumentado los requisitos de capital y liquidez de los bancos, para volver (al menos, parcialmente) a la situación anterior a la crisis.
Con relación al endeudamiento, las empresas y particulares han hecho un esfuerzo en estos años para ahorrar más y reducir su endeudamiento, que en estos nueve años ha descendido algo más de medio billón de euros (del 200% del PIB al 140%), aunque en los últimos tiempos, la tendencia se ha frenado. Además, tenemos la contraparte en la deuda pública, que ha pasado de poco más del 30% del PIB a rozar el 100%.
Por otra parte, el pinchazo de la burbuja inmobiliaria en España trajo como consecuencia un gran aumento del desempleo y una enorme caída del PIB. Los precios de la vivienda parecía que siempre ascendían, pero durante años cayeron con cierta fuerza, y se dejaron de construir los cientos de miles de viviendas que cada año se hacían en nuestro país.
Sin embargo, en los últimos tiempos, también esta tendencia parece estar revirtiéndose, apuntando a caer en el mismo error. Tras varios años cayendo, en 2014 volvió la senda positiva, con subidas entre el 4% y el 7%. En algunos lugares de España, las subidas anuales superan el 10%, colocando el esfuerzo financiero necesario para adquirirlas fuera de lo sostenible, según la sociedad de tasación Tinsa. Paralelamente, el empleo en el sector de la construcción continúa creciendo, más de un 9% de subida en 2018.