Las «cuestas» en la economía doméstica

Ya refresca por las tardes, oscurece antes, hay más coches en el barrio… Por si te quedaba alguna duda, el móvil pitando demasiado temprano te dejará muy claro que las vacaciones han terminado. Con la vuelta al cole y al trabajo, con cierta depresión post vacacional y el saldo del banco más bajo que de costumbre, afrontamos la temida cuesta de septiembre, abriendo paso a la de enero y quién sabe si alguna más se pondrá por delante en nuestro camino.

Qué es la cuesta de septiembre

Parece que fue ayer cuando empezaban las rebajas, cuando llegaba la operación salida, cuando en la oficina se respiraba ese ambiente tan característico con algunos compañeros ya de vacaciones y sabías que pronto llegaría tu turno. Lo cierto es que ya han pasado más de dos meses desde esos días pre estivales, con jornadas de playa y chiringuito incluidas, algún que otro viaje, cervecitas por la tarde, restaurantes y más de un helado.

Esas semanas de ocio tan apetecibles pasan factura a nuestra economía doméstica. Para cuantificarlo, Cetelem- Investmarket estima que los españoles gastamos en las vacaciones de verano de 2016 unos 953 euros.

Casi 1.000 euros, solamente en el período estricto de vacaciones. Hay que sumar las actividades fuera de casa por las tardes, antes y después de las vacaciones y, claro está, la vuelta al cole en familias con niños. En ese aspecto, calculamos que por estudiante gastamos unos 300 a 650 euros en septiembre. No queda ahí la cosa, que no se olvide que nos fuimos de vacaciones con la despensa vacía. Ahora hay que llenarla. Además, la última vez que pensamos en comprar ropa, más allá de algún souvenir, fue en rebajas. Ahora ya refresca y toca revisar el armario para los fríos que se acercan.

Definamos entonces esta situación de desequilibrio en la economía familiar que sucede en septiembre:

La cuesta de septiembre es el período necesario para reajustar la economía familiar que se ha visto sometida a un ritmo de gasto más elevado con similares ingresos mensuales. Puede ser un período complicado si no se ha previsto y ahorrado un colchón para el verano y la vuelta al cole, ya que los gastos podrían ser superiores al saldo de cuenta corriente. Recurrir al crédito para salir del paso y llegar a la paga del mes siguiente puede hacernos entrar en un bucle que nos lleve sin remedio a la siguiente cuesta, la de enero.

Ante esa trágica definición, siempre hay soluciones de ahorro en el blog de Self Bank:

–         Consejos para una vuelta ordenada a la rutina ahorradora.

–         Después de las vacaciones toca pensar en nuestras finanzas.

–         Usando el presupuesto de gastos para optimizar nuestras finanzas.

Qué es la cuesta de enero

Tradicionalmente la cuesta de enero se refiere a la dificultad de afrontar la subida de precios que sucede el primer día de cada año, o dicho de otra forma, que empecemos el año con menor poder adquisitivo. Pero ese incremento no es el único causante de la cuesta:

El último tercio del año se hace largo, y cuando por fin llega la semana de vacaciones, el gasto familiar se descontrola para maximizar el ocio y debido a las compras navideñas.

Para superar enero se requiere un mayor esfuerzo ahorrador que permita contener el gasto. Frenar las compras innecesarias, planificar los regalos con tiempo y reservar con meses de anticipación si nos vamos de vacaciones, son buenas técnicas. Y, por supuesto, aprovechar las rebajas de enero para comprar solo lo necesario, a mejor precio y no dejarnos llevar por compras impulsivas.

Las otras cuestas de una familia: bodas, bautizos y comuniones…

Hemos repasado las dos cuestas por excelencia en la mayoría de hogares españoles. Pero de enero a septiembre y de septiembre a enero cada familia vive una realidad diferente, cada una con sus cuestas de mayor o menor pendiente, sus momentos de fácil ahorro y aquellos en los que resulta muy complicado.

En todo núcleo familiar suceden situaciones que estaban previstas y que requieren un mayor desembolso: bodas, comuniones, bautizos, avería en el coche, electrodomésticos, derrama en la comunidad de vecinos, enfermedad, etc.

Ante ese panorama, tampoco se trata de ahorrar todo lo posible “por si acaso”. En cambio, podríamos destinar un porcentaje de nuestros ingresos a conformar un colchón de imprevistos o fondo de emergencia. Y cuidado, porque ese fondo no debería considerarse como un dinero disponible para gastos que hayan podido planificarse, sino solo y exclusivamente para situaciones en las que haya sobrevenido un imprevisto.

Cómo afrontar las cuestas de la economía doméstica

Como conclusión, parece lógico admitir que para allanar las pendientes de la economía doméstica la mejor solución es el ahorro. Frente a los períodos de gasto más elevado, como pueden ser las cuestas de enero y la de septiembre, que se repiten cada año, la solución está en anticipar esos gastos con ahorros que nos permitan superar esos momentos sin dificultad. Una opción mucho más inteligente que recurrir desmesuradamente al crédito.

Sin embargo, ante otras cuestas que no pueden ser previstas, disponer de una “hucha o colchón” para emergencias es la solución más acertada, siempre que su utilidad sea exclusivamente la de cubrir gastos imprevistos.