Entre la necesidad y el capricho: obsolescencia programada

Has empezado a sentir que tu teléfono ya no va tan rápido. La batería cada vez dura menos. El ordenador tarda más en iniciar. En tu Smart TV ya no funcionan algunas aplicaciones. Con esos síntomas nuestros gadgets tienen un claro diagnóstico: obsolescencia programada.

Qué es la obsolescencia programada: definición y concepto

La obsolescencia programada es la determinación de la vida útil de un producto por parte de su fabricante. Tras ese período calculado por el fabricante, el producto comienza a disminuir su utilidad hasta terminar siendo inservible y quedar obsoleto.

La obsolescencia planificada o programada existe en multitud de productos, pero es especialmente evidente en los dispositivos electrónicos. Programar el deterioro de un dispositivo es factible utilizando materiales de cierta durabilidad, limitando el suministro de recambios, dificultando su reparación, lanzando al mercado accesorios, actualizaciones, firmware y aplicaciones no compatibles con modelos o versiones anteriores.

Más allá de ofrecer al consumidor la última tecnología, la obsolescencia programada incita a la compra de un nuevo dispositivo que reemplace al anterior. Las implicaciones económicas para las compañías productoras y para el conjunto de la economía son muy positivas, no así para el medio ambiente:

  • Por la acumulación de residuos no biodegradables y de difícil reutilización.
  • Por la continua extracción de recursos naturales necesarios para su fabricación.
  • Por la contaminación de los procesos productivos de su fabricación.

Obsolescencia programada: repaso histórico

A principios del siglo XX, un siglo antes de que iOS, Android o Netflix fueran parte de nuestro día a día, el concepto de obsolescencia programada apareció en un objeto entonces fundamental: las bombillas. Las primeras de Edison, de la década de 1880 con una duración de 1.500 horas de duración, evolucionaron hasta las 2.500 horas del año 1924. Sin embargo, con la aparición del cártel Phoebus, integrado por los principales fabricantes de bombillas, se estableció, entre otras regulaciones, una duración máxima de 1.000 horas.

En la misma época, cuando la industria automovilística estadounidense comenzaba a ver frenado su crecimiento, General Motors optó por una nueva estrategia en la que cada año lanzaría un nuevo modelo que incluyese cambios de diseño y estéticos para que los que ya tenían coche sintieran la necesidad de renovarlo cada año.

La teorización de esa estrategia no se expuso hasta 1932. Fue el agente inmobiliario Bernard London quien publicó un informe en el que apuntaba directamente a la obsolescencia programada como solución para salir de la Gran Depresión.

Cuándo se produce

Los constantes avances tecnológicos permiten la aparición de nuevos componentes electrónicos que al integrarse en los dispositivos se traducen en nuevas o mejores prestaciones para el consumidor. Como consecuencia, los fabricantes lanzan nuevos gadgets periódicamente que incluyen dichas mejoras.

Pero, ¿todos los consumidores requieren un dispositivo con los últimos avances? O dicho de otra forma, ¿todos los consumidores realmente necesitan el último modelo de televisor, lavadora o teléfono móvil? Ante la respuesta negativa, los fabricantes se ayudan de:

  • Promoción exclusiva del último modelo, sin mencionar los anteriores en sus campañas.
  • Cambios estéticos que exteriorizan que se trata del último modelo.
  • Obsolescencia programada en los dispositivos de una determinada antigüedad.

Una vez que los dispositivos electrónicos se han implantado en la sociedad, los exigentes objetivos empresariales de las compañías tecnológicas serían difíciles de lograr sin que los consumidores adquiriesen nuevos aparatos.

Aunque cada cierto tiempo aparece un nuevo producto que revoluciona el sector (smartphone, tablet, smartwatch, smartband, etc.), tras el período de absorción del mercado sus ventas terminan cayendo. Entonces, las empresas centran sus esfuerzos en mejorarlos lanzando nuevas versiones que, más que obligar, convenzan al consumidor para que termine renovando su dispositivo.

Leyes contra la obsolescencia programada

En España no existe una legislación que controle específicamente la obsolescencia programada, tan solo el Real Decreto 110/2015 sobre residuos de aparatos eléctricos y electrónicos, en el que se indica que los productores de aparatos eléctricos y electrónicos deben diseñarlos y producirlos para que se prolongue su vida útil todo lo posible y se permita su reutilización, desmontaje y reparación.

En la Unión Europea, el referente contra la obsolescencia es Francia. Allí una ley directamente la prohíbe y penaliza con hasta dos años de prisión y una multa de 300.000 euros.

El Parlamento Europeo ha expresado su intención de controlar la obsolescencia en la Unión. Pretende que los bienes de consumo tengan una mayor vida útil, que sean de mayor calidad y fácilmente reparables en cualquier reparador independiente. Se plantean incentivos fiscales para promover su implantación y la introducción de una etiqueta europea voluntaria que indique la durabilidad, diseño ecológico y posibilidades de reparación.

Cómo saber si hay que jubilar y cambiar nuestro gadget

El título de este artículo refleja la disyuntiva a la que se enfrenta el consumidor con todos sus gadgets: ¿Es momento de comprar un modelo mejor?, o dicho en otras palabras, ¿cambiarlo, es necesidad o capricho?

La campaña de promoción de un nuevo gadget es tan importante como las especificaciones y mejoras que presenta. Al tiempo que las estrategias de marketing de producto llegan a todos los consumidores mostrando las bondades del nuevo dispositivo, la obsolescencia programada se encarga de que percibamos el que tenemos en el bolsillo como no tan bueno, o que siendo bueno todavía, existe uno más avanzado, bonito y exclusivo.

Ahora nos ponemos en la posición del ahorrador que ya tiene un dispositivo con el que ha estado satisfecho hasta ahora, pero empieza a plantearse si es momento de comprar uno nuevo. Cabe recordar que en el mundo de los gadgets los consumidores fácilmente reconocen que existe un número reducido de fabricantes y su buque insignia (modelo tope de gama).

Desde el blog de Self Bank no pretendemos desanimar a nadie en su intención de estar tecnológicamente al día, sino sopesarlo con el coste necesario. En ese sentido, cuatro motivos llevan a cambiar de gadget, y en cada situación habría que plantearse lo siguiente:

  • El actual ha dejado de funcionar completamente. ¿Está en garantía?
  • El actual no funciona tan bien como cuando estaba nuevo. ¿Está en garantía? ¿Has considerado repararlo, formatearlo, restaurarlo, borrar aplicaciones, etc.?
  • El nuevo modelo presenta nuevas especificaciones realmente necesarias. ¿De verdad, realmente las necesitas?
  • No te importa desembolsar la cantidad que el fabricante estime para estar tecnológicamente al día y tu economía te lo permite. Entonces sigue adelante.

Por tanto, antes de sucumbir a la acción de las campañas publicitarias y apresuradamente cambiar de gadget, deberíamos pausar unos días la decisión y, en un ejercicio de ahorro:

  • Calcular el coste anual en tecnología. Puede que nos llevemos las manos a la cabeza si en una misma cuenta sumamos todo lo que el núcleo familiar ha gastado en nuevos aparatos en lo que va de año.
  • ¿Cuándo compraste el último y cuánto te costó? Recordar que hace tan solo seis meses que empleaste 800 euros en un teléfono puede hacer despertar la voz de tu conciencia ahorradora y hacerte cambiar de opinión.
  • Informarnos del nuevo gadget. Para tener una visión más objetiva de qué mejoras va a aportar al uso que le damos al gadget, obviando el hecho de que es el deslumbrante último modelo. No falta información en Internet al respecto.
  • Cuánto cuesta repararlo o mejorarlo. Afortunadamente, una vez concluído el período de garantía, además de los servicios oficiales de las marcas existen centros de reparaciones no oficiales que ofrecen garantía en sus piezas y a mejor precio. ¿No será mejor repararlo y esperar al modelo del año próximo?